Analizan impacto de cenizas en bosque de arrayanes


La caída de ceniza volcánica ha generado inconvenientes en la mayoría de los lugares afectados por la erupción del complejo volcánico Puyehue-Cordón Caulle, que comenzó hace ya seis meses (el 4 de junio pasado). Sin embargo, los bosques de arrayanes de la zona podrán verse beneficiados en forma excepcional con este fenómeno natural. Al menos, esa es la hipótesis que barajan investigadores locales en torno a esta especie arbórea singular que forma parte de los principales atractivos turísticos de la zona de Bariloche y Villa La Angostura.

Para poner a prueba si las cenizas tendrán efectos positivos en los bosques de arrayanes, investigadores del Parque Nacional Nahuel Huapi (PNNH)–con la participación de estudiantes de la Tecnicatura en Viveros de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN)– comenzaron recientemente un relevamiento de los patrones de regeneración de esa especie de árbol nativo de la Patagonia. El trabajo forma parte de un proyecto de investigación financiado por el Programa de Emergencia Volcánica (PROEVO), que es coordinado por la UNRN e impulsa otros 23 proyectos en relación con los impactos de las cenizas (www.proevo.com).

Los lugares bajo estudio son dos: la Península de Quetrihué en el Parque Nacional Los Arrayanes y el sector Norte de la Isla Victoria, en el PNNH. “Hace ya varios años que estudiamos diversos aspectos de las poblaciones de arrayanes en ambos sitios”, señaló el ingeniero forestal Adolfo Moretti, quien junto al técnico forestal Santiago Quiroga, también de la Administración de Parques Nacionales (APN), lidera este proyecto de investigación.

El arrayán (su nombre científico es Luma apiculata) es un árbol nativo de los bosques templados de Argentina y Chile, que puede vivir hasta 400 años. Sólo en los dos lugares bajo estudio, se caracteriza por alcanzar una altura máxima de 20 metros. “El diámetro del tronco puede ser tal que sólo tres personas juntas pueden abrazarlo, y además se caracteriza por crecer con formas increíbles y misteriosas”, apuntó Moretti. En la Argentina, se encuentra desde la provincia de Neuquén hasta Chubut. Es uno de los atractivos turísticos de la zona, principalmente por su corteza de color marrón con manchas blancas, con flores también blancas y sus hojas verdes.

El proyecto PROEVO tiene como meta medir las oportunidades de regeneración de los arrayanes luego del comienzo de la erupción volcánica. En concreto, desde octubre de 2011 a marzo de 2012. Un rasgo distintivo de la Isla Victoria es el Centro Forestal “Ing. Agr. Alberto Suero”, del cual Moretti es su director. Allí funciona un vivero único en su tipo en Argentina. “La APN con varias instituciones científicas locales viene trabajando en desarrollar un banco genético de las especies nativas de toda la región de los boques templados Andino Patagónicos. Funcionaría en el Centro Forestal, y por supuesto en este banco está incluida la especie Luma apiculata”, contó el ingeniero forestal.

¿Por qué los investigadores plantean que las cenizas podrían tener un impacto favorable para esa especie? Sucede que el arrayán florece más tarde que otras especies de árboles nativos y por lo tanto liberó sus semillas tardíamente durante el invierno, cuando ya se había acumulado una gran cantidad de ceniza volcánica en los suelos de la región.

Esa situación sería ventajosa: “La acumulación de ceniza de contextura tipo arenosa llegó en algunos sectores a un espesor de 10 y hasta de 15 centímetros en los lugares bajo estudio. Por eso, decimos que el suelo ahora está funcionando como un gran ‘almásigo’ ya que las semillas se depositaron encima de esa ceniza”, relató por su parte, Santiago Quiroga. En ese sentido, destacó que el suelo con estas características podría ayudar a la semilla de arrayán a crecer mejor y con menor o nula competencia de otras especies.

Para medir el crecimiento de nuevos arrayanes a partir de las semillas depositadas en el suelo este invierno, el equipo de Moretti ya estableciéndoce parcelas de estudio: seis en la Isla Victoria y seis en la Penísula de Quetrihué. En cada lugar, tres de esas parcelas fueron cuidadosamente “desarenadas” para llegar al suelo superficial que actuó como testigo de cómo estaba el suelo antes de la erupción.

Según informaron los investigadores, las semillas de esta especie cayeron al suelo entre mayo y junio y en primavera están comenzando a germinar. Y remarcaron que el primer verano posterior al comienzo de la erupción será crítico. Si los jóvenes arrayanes pasan el verano de 2012 con éxito, tendrán más chances de sobrevivir. De todos modos, hay varios factores que los investigadores aún deben explorar en este escenario. Por ejemplo, una incógnita a despejar es el rol del ganado bagual (por ejemplo, vacas y caballos cimarrones) y de la fauna silvestre (incluyendo ciervos y jabalíes) en la dispersión de las semillas del arrayán.

En los últimos 15 años se viene registrando un aparente decaimiento del bosque de arrayanes de la Península de Quetrihué. Los investigadores destacaron que la corteza de los árboles “está más pálida, hay muy poca o nula regeneración y la presencia creciente de renovales de ciprés de la cordillera y de coihue, que son dos especies nativas, podría ir ocupando nichos donde antes había arrayanes”.

Una de las razones de ese decaimiento estaría asociado a prácticas humanas: antes de que esa zona fuera protegida para su conservación, las demás especies de árboles nativos eran controladas por tala por los habitantes de la Estancia Privada a la cual pertenecía. Así mantenían el bosque en estado “puro”. Esa práctica dejó de ser realizada cuando se constituyó el Parque Nacional, restableciéndose una dináica natural que ahora se está estudiando.

Para tratar de contrarrestar la disminución de arrayanes, antes de la erupción había varias estrategias en marcha. Una de ellas es la cría de plantines de arrayanes en el vivero de Isla Victoria para ayudar a restaurar el bosque de arrayanes. Sin embargo, en caso de que se pruebe que las cenizas volcánicas favorecen el “rejuvenecimiento” natural de esos bosques, los plantines en cuestión –alrededor de dos mil ejemplares en total– podrían tener otros destinos dentro del Parque Nacional, según informó Moretti.

Por lo pronto, los próximos pasos son relevar los efectos de las cenizas en la germinación de las semillas de esa especie durante la primavera y el verano. Así buscan evaluar, en el terreno, las consecuencias concretas del fenómeno volcánico para poder aplicar luego medidas efectivas de recuperación.

Fuente: http://www.bariloche2000.com



06 de Diciembre de 2011

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