El pasado miércoles 1 de septiembre falleció Edmundo Guerra y por triste coincidencia, el mismo día su inseparable mujer Sara Depine. Más allá del dolor de la noticia y su peculiar circunstancia, esta pérdida tiene para nosotros y seguramente para muchos de los amigos que nos lean, una particular relevancia dado que Guerra fue durante años la esencia misma de la Asociación Ornitológica del Plata, mucho antes de que se le agregara el nombre de Aves Argentinas.
Si dijéramos que la entidad durante años fue mantenida en lo administrativo y en sus aperturas semanales de los miércoles exclusivamente por el mérito de este hombre, no estaríamos faltando a la verdad.
La Asociación Ornitológica del Plata
Todos sabemos que la vieja Sociedad Ornitológica del Plata fue impulsada por un grupo de ornitólogos y estudiosos nucleados alrededor del Museo Argentino de Ciencias Naturales, allá por 1916 en la vieja “Manzana de las Luces”.
Como era habitual en aquellos años este tipo de entidades, más allá de sus postulados de divulgación y hasta conservacionistas eran básicamente agrupaciones de expertos o entendidos en esas disciplinas, pero muy lejos estaban de conseguir una proyección popular como entidades que agruparan a gente interesada de cualquier extracción. Así la entidad migró con el museo al Parque Centenario y en la ahora amplia sección de Ornitología mantuvo un espacio donde a los especialistas en aves se les empezaron a sumar figuras que sin una gran obra, ni contribuciones relevantes en la materia, asumieron la dura tarea, generalmente esquivada por los expertos, de mantener funcionando a las entidades en sus aspectos formales y administrativos. Muchos de los pioneros y nuestros maestros, allí conocieron a la ornitológica y a Edmundo Guerra.
Conociendo a Don Edmundo
A nosotros nos tocó en cambio en 1977 conocerlo en la sede de la calle 25 de Mayo, adonde la entidad había migrado buscando nuevos horizontes y una mayor independencia del ámbito exclusivamente académico y por qué no, una más fácil llegada al gran público. En ese paso Edmundo Guerra tuvo muchísimo que ver.
El lo comentaba en voz baja por su humildad proverbial, pero lo sabemos de buena fuente y si a esto le sumamos su tarea para conseguir los fondos para adquirir la propiedad con donaciones de los socios que podían ayudar en ese sentido, y su esfuerzo unipersonal de mantener abierta una y a veces dos veces por semana la sede, acumular las bibliotecas de destacados socios como Jorge Casares o William Partridge que fueron donadas a la entidad formando un banco de datos únicos, el mérito del personaje se magnifica.
Su contribución
Por eso no interesa si la contribución ornitológica propiamente dicha no pasa de algún artículo anecdótico sobre un avistaje de aves acuáticas en los lagos de Palermo o un estudio de la muda del Piquitodeoro Común aprovechando aves cautivas. No iba por allí el camino de Don Edmundo, el estaba para abrir las puertas de la entidad y de su corazón que eran la misma cosa.
Recordamos el temor con que tocamos el timbre en aquel viejo departamento y al abrirse la enorme puerta su sonrisa que nos recordaba la de nuestros tíos viejos, invitándonos a pasar, a sentarnos y en amable rueda, invitándonos un té, contarnos de la entidad y entusiasmado por nuestra juventud animarnos con todo lo que podía hacerse.
Le comentamos que nos habíamos enterado de la AOP por el libro de Tito Narosky y nos preguntó como lo más natural del mundo: ¿Lo quieren conocer?. En un rato estará acá y se los presento y así fue...Pero no fue un privilegio nuestro, tiempo antes había presentado en el subsuelo del Museo a dos jóvenes que salían solos a mirar aves y que eran nada menos que Tito y Darío Yzurieta.
El mundo ornitológico
Semana tras semana nos presentó a medio mundo ornitológico: Claes Olrog, Darío, Manuel Nores, Francisco Contino, Mario Marateo, William Belton, Raúl Carman y tanto más que hoy la memoria nos oculta.
Siempre abrió su mano y a veces no todos merecían esa confianza y los que conozcan la historia de aquellos años pioneros recordarán algún personaje nefasto que lo engañó poniendo en peligro la institución. En esos momentos su mirada parecía la de un niño traicionado en su inocencia. El estaba parra ayudar, para sumar, para armar cursos, para hablar del “maravilloso mundo de las aves” o “la mecánica del vuelo” y para enseñarnos cómo se debía manejar una ONG donde cada socio se sintiera parte activa pero a la vez querida.
Presidente honorario
Por eso con los años cuando lo nombraron Presidente honorario hubo plena coincidencia en la decisión y todos lo sentían el padre espiritual de la entidad. El afecto que nos tenía también nos lo brindaba su esposa, por eso nos golpeó cerrar los ojos y saber que ya no están pero a la vez como siempre los vimos inseparables, no nos sorprende del todo su partida conjunta. Algo parecido le pasó al sabio Moisés Bertoni con su mujer.
Para nosotros será siempre el hombre de la sonrisa amable y el que sin querer al abrirnos aquella vieja puerta nos hizo entrar a un mundo maravilloso donde él era el anfitrión ideal.
Comentarios
#1 Alejandro Mouchard dijo: 19.09.2010 - 23:36hs Muy buen recordatorio. Solo una aclaracion el apellido de la esposa de Edmundo era Depine y no Betiner. Gracias.
#2 Daniel Aldo Gomez dijo: 22.09.2010 - 23:01hs Excelente y muy sentida nota, muchas gracias Juan Carlos por tu palabras hacia este gran hombre que tuve la suerte de conocer, y como muy bien decis era el alma de aquella AOP. Siempre recordare su amplia sonrisa, espiritu jovial y el apreton amistoso de sus grandes manos con que nos daba la bienvenida a los jovenes que nos acercabamos por primera vez a la entidad,
#3 Miguel Saggese dijo: 27.09.2010 - 14:05hs Triste noticia, era un hombre muy amable y de mucha humildad, algo que lamentablemente raramente se encuentra hoy. Siempre dispuesto a dar y no pedir nada. Gracias por recrodarlo.