Como compensación a las papeleras
Desde el año 1997 se viene proyectando la creación del primer Parque Binacional argentino- uruguayo, todo un símbolo para estos momentos de tensión entre ambos países.
Abarcaría las costas e islas del río Uruguay desde el Parque Nacional El Palmar (incluyéndolo) hasta la localidad uruguaya de Casa Blanca, con una superficie de poco más de 16.000 hectáreas. El valor del área radica en su buen estado de conservación general si se lo compara con las tierras vecinas ya casi totalmente modificadas. La selva en galería con su densa vegetación representa el ambiente esencial y columna vertebral a la que se le suma pajonales palustres, palmares, bosques xerófilos e imponentes bancos y playas de arena. Todo esto lo convierte en un importante corredor biológico y refugio de varias especies animales desplazadas y habitantes de zonas marginales por la agricultura como lobitos de río, ositos lavadores o aguará pope, gatos monteses, tortugas pintadas, carpinchos, además de las más de 220 especies de aves registradas.
Varios organismos, ONGs, empresas y funcionarios apoyan el proyecto o por lo menos se mostraron interesados en el mismo, como la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) y los intendentes de Paysandú y de Colón. Ninguno pasó por alto la importancia que el área protegida tendría en el impulso y la proyección del ecoturismo, actividad que cobra gran fuerza en la región y año a año suma más adeptos.
Sin embargo, para hacer realidad el proyecto, Uruguay deberá comprometerse a crear un parque nacional que ampare a las Islas del Queguay (fiscales) y, en lo posible, la desembocadura del río homónimo. En tanto, de lado argentino y aguas abajo de El Palmar, teniendo en cuenta el predominio de la propiedad privada de la tierra, convendría crear una reserva de uso múltiple provincial, categoría de manejo que compatibiliza la conservación de la naturaleza con un uso sustentable de la misma.
Si sabemos aprovechar el momento, la creación del Parque Binacional tendría un doble propósito, por un lado el de compensar ambientalmente, y de manera parcial, los efectos negativos que generan todas las actividades productivas en la costa del río Uruguay, y por otro serviría como gesto de integración entre argentinos y uruguayos, dejando de lado asperezas que nada tienen que ver con los fuertes lazos que nos unen.
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